Hace algunos meses, un gran y viejo amigo me preguntaba, un poco en broma y un poco en serio, si luego de más de 25 años de pregonar la idea del win-win a la hora de negociar, me sentía mejor persona. Y bien en serio le respondí: no se trata de ser mejor persona, sino de conveniencia pura.
Asombrado me miraba mientras continuaba diciéndole: piensa un poco con quienes te relacionas en tu día a día, desde que te levantas hasta que te vas a dormir. Pareja, hijos, compañeros de trabajo, socios, dependientes, jefes, clientes, proveedores, vecinos, amigos, etc. Con más del 95% de ellos, la probabilidad de tener una próxima vez es altísima. ¿Y entonces? ¿No será conveniente que, a cada uno de ellos, a la hora de relacionarse contigo les vaya bien? Y con una sonrisa en su rostro, me palmeó el hombro y siguió su camino.
Es que, en efecto, si nos concientizamos que al entorno que nos rodea, que también tiene sus necesidades, objetivos y metas, le ayudamos a conseguir lo que busca, las probabilidades de que ellos hagan lo propio para con nosotros es mucho mayor. Nada me garantiza que, por colaborar, colaboren conmigo. Solo aumento las chances de que eso ocurra, lo que no es poco. Y para aquellos que estén tan preocupados, como lo estoy yo, por ser buenas personas, permítanme decirles que el colaborar con el entorno, además de ser conveniente, es muy probable que permita que te sientas un poco mejor como ser humano y que así te perciban los demás.